Lengua 

Mensajes de Medjugorje conteniendo 'podéis'

Total found: 17
Queridos hijos, en el gran amor de Dios, hoy vengo a vosotros para conduciros por el camino de la humildad y de la mansedumbre. La pri- mera estación en este camino, queridos hijos , es la Confesión. Renunciad a vuestro orgullo y arrodillaos delante de mi Hijo. Comprended, hijos míos, que nada tenéis y nada podéis. La única cosa que poseéis es el pecado. Purificaos y aceptad la mansedum- bre y la humildad. Mi Hijo hubiera podido vencer por la fuerza pero ha escogido el camino de la mansedumbre, la humildad y el amor. Seguid a mi Hijo y entregadme vuestras manos para que juntos subamos por el monte y venzamos. ¡Os agradezco!
Al terminar Mirjana dijo: “La Virgen no se refería a un monte material o a una localidad, sino a un monte en sentido espiri- tual, simbólico, porque nuestro camino hacia el Señor es una subida”.
Queridos hijos: Durante mucho tiempo os he estado ofreciendo mi corazón maternal y a mi Hijo. Vosotros me estáis rechazando. Estáis dejando que el pecado os inunde más y más. Estáis permitendo que os domine y que os quite el poder del discernimiento. Mis pobres hijos, mirad a vuestro alrededor y observad los signos de los tiempos. ¿Creéis que podéis caminar sin la bendición de Dios? No permitáis que la oscuridad os atrape. Desde el fondo de vuestro corazón clamad a mi Hijo. Su nombre hace desparecer incluso la más intensa oscuridad. Yo estaré con vosotros, basta con que me digais: “Aquí estamos Madre, guíanos”. Gracias.
Queridos hijos, hoy oro aquí con vosotros para que encontréis la fuerza de abrir vuestros corazones y, de esta manera, conocer el inmenso amor de Dios sufriente. Gracias a ese amor Suyo, bondad y dulzura, yo estoy con vosotros. Os invito para que este tiempo particular de preparación, sea tiempo de oración, penitencia y conversión. Hijos míos, vosotros necesitáis a Dios. No podéis seguir adelante sin Mi Hijo. Cuando comprendáis y aceptéis esto, se realizará lo que se os ha sido prometido. Por medio del Espíritu Santo nacerá en vuestros corazones el Reino de los Cielos. Yo os conduzco a eso. ¡Gracias!
Queridos hijos, mi Corazón materno sufre inmensamente mientras observo a mis hijos que obstinadamente ponen lo que es humano por encima de lo que es Divino, a mis hijos que, no obstante todo lo que os circunda y a pesar de todos los signos que os son enviados, pensáis que podéis caminar sin Mi Hijo. ¡No podéis! Camináis hacia la perdición eterna. Por eso os reúno a vosotros que estáis dispuestos a abrirme vuestro corazón, que estáis dispuestos a ser apóstoles de mi amor, para que me ayudéis, para que viviendo el amor de Dios seáis un ejemplo para aquellos que no lo conocen. Que el ayuno y la oración os den fuerza en esto; y yo os bendigo con mi bendición materna en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Gracias!
Queridos hijos: hoy os invito a renacer en la oración y a que con mi Hijo, por medio del Espíritu Santo, seáis un pueblo nuevo. Un pueblo que sabe que si pierde a Dios se pierde a sí mismo. Un pueblo que sabe que, no obstante todos los sufrimientos y pruebas, está seguro y a salvo con Dios. Os invito a que os reunáis en la familia de Dios y a que os reforcéis con el poder del Padre. Individualmente, hijos míos, no podéis detener el mal que quiere reinar en el mundo y destruirlo. Sin embargo, por medio de la voluntad de Dios, todos juntos con Mi Hijo, podéis cambiarlo todo y sanar el mundo. Os invito a orar con todo el corazón por vuestros pastores, porque Mi Hijo los ha elegido. ¡Os estoy agradecida!
Queridos hijos, con amor materno yo os pido: entregadme vuestras manos, permitid que yo os guie. Yo, como Madre, deseo salvaros de la inquietud, de la desesperación y del exilio eterno. Mi Hijo, con su muerte en la cruz, ha demostrado cuanto os ama, se ha sacrificado a sí mismo por vosotros y por vuestros pecados. No rechacéis su sacrificio y no renovéis sus sufrimientos con vuestros pecados. No os cerréis a vosotros mismos la puerta del Paraíso. Hijos míos, no perdáis tiempo. Nada es más importante que la unidad en mi Hijo. Yo os ayudaré, porque el Padre Celestial me envía, para que juntos podamos mostrar el camino de la gracia y de la salvación a cuantos no Lo conocen. No seáis duros de corazón. Confiad en mí y adorad a mi Hijo. Hijos míos, no podéis estar sin pastores, que cada día estén en vuestras oraciones. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, el amor me trae a vosotros, el amor que también os deseo enseñar a vosotros el amor verdadero. El amor que mi Hijo os ha mostrado, cuando murió en la cruz, desde el amor, por vosotros. El amor que siempre está dispuesto a perdonar y pedir perdón. ¿Cuán grande es el amor vuestro? Mi corazón materno está triste mientras está buscando el amor en vuestros corazones. No estáis dispuestos a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios. No podéis ayudarme a que, aquellos que no han conocido el amor de Dios lo conozcan, porque vosotros no tenéis el verdadero amor. Consagradme vuestros corazones y yo os guiaré. Os enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo. No tengáis miedo por vosotros mismos. Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman. Yo estaré con vosotros. Oraré al Padre Celestial que os ilumine con la luz de la eterna verdad y del amor. Orad por vuestros pastores, para que, a través de vuestro ayuno y oración, puedan guiaros en el amor. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, para poder ser mis apóstoles y ayudar a todos aquellos que están en la oscuridad, a que conozcan la luz del amor de Mi Hijo, debéis tener el corazón puro y humilde. No podéis ayudar a que Mi Hijo nazca y reine en los corazones de aquellos que no lo conocen, si Él no reina —si no es Rey— en vuestro corazón. Yo estoy con vosotros. Camino con vosotros como madre. Llamo a vuestros corazones, que no se pueden abrir porque no sois humildes. Yo oro, pero también orad vosotros, amados hijos míos, para que podáis abrir a Mi Hijo un corazón puro y humilde, y recibir los dones que os ha prometido. Entonces seréis guiados por el amor y por la fuerza de Mi Hijo. Entonces seréis mis apóstoles, que difunden los frutos del amor de Dios por todas partes. Desde vosotros y por medio de vosotros, obrará Mi Hijo, porque seréis uno con Él. Esto es lo que anhela Mi Corazón materno: la unión de todos mis hijos en Mi Hijo. Con gran amor bendigo y oro por los elegidos de Mi Hijo, por vuestros pastores. ¡Os doy las gracias!
¡Queridos hijos! Os he elegido a vosotros, apóstoles míos, porque todos lleváis en vosotros algo hermoso. Vosotros me podéis ayudar a fin de que el amor por el cual mi Hijo murió, y luego resucitó, venza nuevamente. Por eso os invito, apóstoles míos, a que en toda criatura de Dios, en todos mis hijos, procuréis ver algo bueno y procuréis comprenderlos. Hijos míos, todos vosotros sois hermanos por el mismo Espíritu Santo. Vosotros que estáis llenos de amor hacia mi Hijo, podéis narrar a todos aquellos que no han conocido ese amor, lo que vosotros sabéis. Vosotros habéis conocido el amor de mi Hijo, habéis comprendido Su Resurrección, vosotros ponéis vuestros ojos con alegría en Él. Mi deseo maternal es que todos mis hijos estén unidos en el amor a Jesús. Por eso os invito, apóstoles míos, a vivir la Eucaristía con alegría, porque en la Eucaristía mi Hijo se os da siempre de nuevo, y con Su ejemplo os muestra el amor y el sacrificio por el prójimo. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, Yo, como Madre que ama a sus hijos, veo qué difícil es el tiempo en el que vivís. Veo vuestro sufrimiento. Pero debéis saber que no estáis solos. Mi Hijo está con vosotros. Está en todas partes: es invisible, pero lo podéis ver si lo vivís. Él es la luz que os ilumina el alma y os concede la paz. Él es la Iglesia que debéis amar y por la que siempre debéis orar y luchar; pero no solo con las palabras sino con las obras de amor. Hijos míos, haced que todos conozcan a mi Hijo, haced que sea amado, porque la verdad está en mi Hijo nacido de Dios, Hijo de Dios. No perdáis el tiempo en reflexionar demasiado, os alejaréis de la verdad. Con un corazón simple aceptad Su Palabra y vividla. Si vivís Su Palabra, amaréis con un amor misericordioso. Os amaréis los unos a los otros. Cuanto más améis, más lejos estaréis de la muerte. Para aquellos que vivan la Palabra de mi Hijo y la amen, la muerte será la vida. ¡Os doy las gracias! Orad para que podáis ver a mi Hijo en sus pastores, orad para que lo podáis abrazar en ellos.
Queridos hijos, de nuevo quiero hablaros del amor. Os he reunido en torno a mí, en nombre de mi Hijo, según Su voluntad. Quiero que vuestra fe sea firme y que provenga del amor, porque mis hijos que comprenden el amor de mi Hijo, que lo siguen, viven en el amor y en la esperanza. Ellos han conocido el amor de Dios. Por eso, queridos hijos míos, orad, orad para poder amar más y para poder hacer actos de amor, porque la fe sin el amor, sin actos de amor, no es lo que busco de vosotros. Queridos hijos, esta no es la verdadera fe, esta es una falsa fe, esto es solo glorificarse a sí mismo. Mi Hijo busca el amor, los actos de amor, los gestos de amor y benevolencia. Yo oro y os pido también a vosotros orar y vivir el amor, porque quiero que mi Hijo, cuando mira los corazones de todos mis hijos, pueda reconocer y ver en ellos el amor y la benevolencia, no el odio ni la indiferencia. Queridos hijos, apóstoles de mi amor, no perdáis la esperanza, no perdáis la fuerza, vosotros podéis hacerlo. Yo os doy la fuerza y os bendigo, porque todas las cosas de esta tierra, que muchos hijos míos ponen desgraciadamente en el primer lugar, desaparecerán y permanecerán solo el amor y los gestos de amor que os abrirán la puerta del Reino de los Cielos. En esta puerta os esperaré, en esta puerta quiero ver y abrazar a todos mis hijos. Os doy las gracias.
Queridos hijos, por voluntad de mi Hijo y por mi amor materno, vengo a vosotros, mis hijos, y especialmente por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. A vosotros os doy mi amor materno y os traigo la bendición de mi Hijo. Vengo a vosotros que en mí pensáis, que me invocáis. ¿Tenéis corazones puros y abiertos? ¿Veis los dones, los signos de mi presencia y de mi amor? Hijos míos, en vuestra vida terrena, actuad siguiendo mi ejemplo. Mi vida ha sido dolor, silencio y una inmensa fe y confianza en el Padre Celestial. Nada sucede por casualidad: ni el dolor ni la alegría, ni el sufrimiento ni el amor. Todas estas son gracias que mi Hijo os da y que os conducen a la vida eterna. Mi Hijo pide de vosotros amor y oración en Él. Amar y orar en Él –y yo como Madre os lo enseñaré–, significa: orar en el silencio de vuestra alma, y no solo recitando con los labios. Este es el gesto más pequeño y hermoso que podéis realizar en nombre de mi Hijo: esto es paciencia, misericordia, aceptación del dolor y el sacrificio realizado por los otros. Hijos míos, mi Hijo os mira. Orad para que vosotros también podáis ver Su Rostro, para que este pueda ser revelado a vosotros. Hijos míos, yo os revelo la única y auténtica verdad; orad para que podáis comprenderla y para que podáis difundir el amor y la esperanza; para que podáis ser apóstoles de mi amor. De manera especial, mi Corazón materno ama a los pastores; orad por sus manos benditas. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, como en otros lugares donde he venido, también aquí os llamo a la oración. Orad por aquellos que no conocen a mi Hijo, por aquellos que no han conocido el amor de Dios; contra el pecado; por los consagrados: por aquellos que mi Hijo ha llamado a tener amor y espíritu de fortaleza para vosotros y para la Iglesia. Orad a mi Hijo, y el amor que experimentáis por Su cercanía, os dará fuerza y os dispondrá para las obras de amor que vosotros haréis en su Nombre. Hijos míos, estad preparados: ¡este tiempo es un momento crucial! Por eso yo os llamo nuevamente a la fe y a la esperanza. Os muestro el camino a seguir: el de las palabras del Evangelio. Apóstoles de mi amor, el mundo tiene mucha necesidad de vuestras manos alzadas al Cielo, hacia mi Hijo y hacia el Padre Celestial. Es necesaria mucha humildad y pureza de corazón. Confiad en mi Hijo y sabed vosotros que siempre podéis ser mejores. Mi Corazón materno desea que vosotros, apóstoles de mi amor, seáis pequeñas luces del mundo; que iluminen allí donde las tinieblas desean reinar: que con vuestra oración y amor mostréis el camino correcto, y salvéis almas. Yo estoy con vosotros. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, os hablo como vuestra Madre, Madre de los justos, Madre de aquellos que aman y sufren, Madre de los santos. Hijos míos, también vosotros podéis ser santos, eso depende de vosotros. Santos son aquellos que aman sin medida al Padre Celestial, aquellos que lo aman sobre todas las cosas. Por eso, hijos míos, procurad siempre ser mejores. Si procuráis ser buenos, podéis ser santos, sin pensar que lo sois. Si pensáis que sois buenos, no sois humildes y la soberbia os aleja de la santidad. En este mundo inquieto, lleno de amenazas, vuestras manos, apóstoles de mi amor, deberían estar extendidas en oración y misericordia.

A mí, hijos míos, regaladme el Rosario, esas rosas que tanto amo. Mis rosas son vuestras oraciones dichas con el corazón y no solo recitadas con los labios. Mis rosas son vuestras obras de oración, de fe y de amor. Cuando mi Hijo era pequeño, me decía que mis hijos serían numerosos y me traerían muchas rosas. Yo no lo comprendía. Ahora sé que esos hijos sois vosotros, que me traéis rosas cuando amáis a mi Hijo sobre todas las cosas, cuando oráis con el corazón, cuando ayudáis a los más pobres. ¡Esas son mis rosas! Esa es la fe que hace que todo en la vida se haga por amor, que no se conozca la soberbia, que se esté pronto a perdonar; nunca juzgar y tratar siempre de comprender al propio hermano. Por eso, apóstoles de mi amor, orad por aquellos que no saben amar, por aquellos que no os aman, por aquellos que os han hecho mal, por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. Hijos míos, esto es lo que pido de vosotros, porque recordad: orar significa amar y perdonar. Os doy las gracias.
Queridos hijos, grandes obras ha hecho en mí el Padre Celestial, como las hace en todos aquellos que tiernamente lo aman y le sirven con fe. Hijos míos, el Padre Celestial os ama y por su amor yo estoy aquí con vosotros. Él os habla, ¿por qué no queréis ver los signos? Con Él todo es más fácil: el dolor vivido con Él se vuelve más tenue porque existe la fe. La fe ayuda en el dolor y sin la fe el dolor lleva a la desesperación. El dolor vivido y ofrecido a Dios enaltece. ¿Acaso no ha sido mi Hijo quien por su doloroso sacrificio ha salvado el mundo? Como Madre suya estaba con Él en el dolor y en el sufrimiento, como estoy con todos vosotros. Hijos míos, estoy con vosotros en la vida, en el dolor, en el sufrimiento, en la alegría y en el amor. Por eso tened esperanza. La esperanza hace comprender que la vida está ahí. Hijos míos yo os hablo, mi voz habla a vuestra alma, mi Corazón habla a vuestro corazón. ¡Oh apóstoles de mi amor!, cuánto os ama mi Corazón materno, cuántas cosas deseo enseñaros. Cuánto desea mi Corazón materno que estéis completos, y podéis estarlo solamente cuando en vosotros el alma, el cuerpo y el amor estén unidos. Os ruego, como hijos míos: orad por la Iglesia y sus servidores —vuestros pastores; que la Iglesia sea como mi Hijo la desea: pura como agua de manantial y llena de amor. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, por voluntad del Padre misericordioso, os he dado y aún os continuaré dando signos evidentes de mi presencia maternal. Hijos míos, es el deseo maternal por la curación de las almas. Es el deseo de que cada hijo mío tenga una fe auténtica, de que viva experiencias prodigiosas bebiendo de la fuente de las palabras de mi Hijo, palabras de vida.

Hijos míos, con Su amor y sacrificio, mi Hijo ha traído al mundo la luz de la fe y os ha mostrado el camino de la fe. Porque, hijos míos, la fe enaltece el dolor y el sufrimiento. La fe auténtica hace la oración más sensible, hace obras de misericordia: una conversación, una ofrenda. Esos hijos míos que tienen fe, fe auténtica, son felices a pesar de todo, porque viven el comienzo de la felicidad celestial en la tierra. Por eso, hijos míos, apóstoles de mi amor, os invito a dar ejemplo de fe auténtica, a llevar luz donde hay oscuridad, a vivir a mi Hijo.

Hijos míos, como Madre os digo: no podéis andar por el camino de la fe y seguir a mi Hijo sin vuestros pastores. Orad para que tengan la fuerza y el amor de guiaros. Que vuestras oraciones estén siempre con ellos. Os doy las gracias.
Queridos hijos: la voluntad y el amor del Padre Celestial hacen que yo esté aquí, en medio de vosotros, para ayudaros con amor maternal al crecimiento de la fe en vuestro corazón, para que podáis comprender verdaderamente el propósito de la vida terrenal y la grandeza de la vida celestial. Hijos míos, la vida terrenal es el camino hacia la eternidad, hacia la verdad y la vida, hacia mi Hijo. Quiero llevaros por ese camino. Vosotros, hijos míos, vosotros que siempre tenéis sed de más amor, verdad y fe, sabed que solo existe una fuente de la cual podéis beber: la confianza en el Padre Celestial, la confianza en Su amor. Abandonaos completamente a Su voluntad y no temáis. Todo lo que sea mejor para vosotros, todo lo que os lleve a la vida eterna, os será dado. Comprenderéis que el propósito de la vida no siempre es ansiar y tener, sino amar y dar. Tendréis verdadera paz y verdadero amor, seréis apóstoles del amor; con vuestro ejemplo haréis que esos hijos míos que no conocen a mi Hijo y Su amor deseen conocerlo. Hijos míos, apóstoles de mi amor, adorad conmigo a mi Hijo y amadlo por encima de todo. Procurad vivir siempre en Su verdad. Os doy las gracias.
Para de comparación con distinto lingüístico versión escoja

 


Wap Home | Actualizaciónes  | Medjugorje  | Mensajes  | Artículos y Noticias  | Videos[EN]  | Galería[EN]

Powered by www.medjugorje.ws