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Mensajes de Medjugorje conteniendo 'vivís'

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¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia los invito nuevamente a la oración. Hijitos, orad y preparad vuestros corazones para la venida del Rey de la Paz, a fin de que El, con su bendición, dé paz al mundo entero. La inquietud reina en los corazones y el odio rige el mundo. Por eso, vosotros que vivís mis mensajes, sed luz y manos extendidas hacia un mundo sin fe, para que todos conozcan el amor de Dios. No se olviden hijitos, que yo estoy con vosotros y los bendigo a todos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario del mensaje

Queridos hijos, estoy con vosotros con la bendición de mi Hijo, con vosotros que me amáis y procuráis seguirme. Yo también deseo estar con vosotros, con los que no me aceptáis. A todos os abro mi Corazón lleno de amor y os bendigo con mis manos maternas. Soy una Madre que os comprende. He vivido vuestra vida y he experimentado vuestros sufrimientos y alegrías. Vosotros que vivís el dolor, comprendéis mi dolor y sufrimiento por aquellos hijos míos que no permiten que los ilumine la luz de mi Hijo, por mis hijos que viven en la oscuridad. Por eso os necesito a vosotros, a vosotros que habéis sido iluminados por la luz y que habéis comprendido la verdad.Os invito a adorar a mi Hijo, para que vuestra alma crezca y alcance una verdadera espiritualidad. Entonces, apóstoles míos, de esa manera me podréis ayudar. Ayudarme significa: orar por aquellos que no han conocido el amor de mi Hijo. Al orar por ellos, vosotros demostráis a mi Hijo que lo amáis y lo seguís. Mi Hijo me ha prometido que el mal nunca vencerá, porque aquí estáis vosotros, almas de los justos; vosotros que procuráis decir vuestras oraciones con el corazón; vosotros que ofrecéis vuestros dolores y sufrimientos a mi Hijo; vosotros que comprendéis que la vida es solamente un abrir y cerrar de ojos; vosotros que anheláis el Reino de los Cielos. Todo eso os hace a vosotros mis apóstoles y conduce al triunfo de mi Corazón. Por eso hijos míos purificad vuestros corazones y adorad a mi Hijo. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, vosotros sois mi fuerza. Vosotros, apóstoles míos, que con vuestro amor, humildad y el silencio de la oración, hacéis que mi Hijo sea conocido. Vosotros vivís en mí. Vosotros me lleváis en vuestro corazón. Vosotros sabéis que tenéis una Madre que os ama y que ha venido a traer amor. Os miro en el Padre Celestial, miro vuestros pensamientos, vuestros dolores, vuestros sufrimientos y se los presento a mi Hijo. No tengáis miedo, no perdáis la esperanza, porque mi Hijo escucha a su Madre. Él ama desde que nació, y yo deseo que todos mis hijos conozcan este amor; que regresen a Él quienes, a causa del dolor e incomprensión, lo han abandonado, y que lo conozcan todos aquellos que jamás lo han conocido. Por eso vosotros estáis aquí, apóstoles míos, y yo como Madre, estoy con vosotros. Orad para que tengáis la firmeza de la fe, porque el amor y la misericordia provienen de una fe firme. Por medio del amor y de la misericordia, ayudaréis a todos aquellos que no son conscientes de que eligen las tinieblas en lugar de la luz. Orad por vuestros pastores, porque ellos son la fuerza de la Iglesia que mi Hijo os ha dejado. Por medio de mi Hijo ellos son los pastores de las almas. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, deseo actuar a través de vosotros, mis hijos, mis apóstoles, para que al final pueda reunir a todos mis hijos allí donde está todo preparado para su felicidad. Oro por vosotros, para que con las obras podáis convertir a los demás, porque ha llegado el tiempo de las obras de la verdad, de mi Hijo. Mi amor obrará en vosotros, me serviré de vosotros. Tened confianza en mí, porque todo lo que deseo, lo deseo para vuestro bien, eterno bien, creado por el Padre Celestial. Vosotros, hijos míos, apóstoles míos, vivís la vida terrena en comunidad con mis hijos que no han conocido el amor de mi Hijo, aquellos que a mí no me llaman Madre. Pero no tengáis miedo de dar testimonio de la verdad, porque, si vosotros no tenéis miedo y dais testimonio con valor, la verdad milagrosamente vencerá. Pero recordad: ¡la fuerza está en el amor! Hijos míos, el amor es arrepentimiento, perdón, oración, sacrificio y misericordia. Si sabéis amar con las obras convertiréis a los demás, permitiréis que la luz de mi Hijo penetre en las almas. ¡Os doy las gracias! Orad por vuestros pastores, ellos pertenecen a mi Hijo, Él los ha llamado. Orad para que siempre tengan la fuerza y el valor de brillar con la luz de mi Hijo.
Queridos hijos, Yo, como Madre que ama a sus hijos, veo qué difícil es el tiempo en el que vivís. Veo vuestro sufrimiento. Pero debéis saber que no estáis solos. Mi Hijo está con vosotros. Está en todas partes: es invisible, pero lo podéis ver si lo vivís. Él es la luz que os ilumina el alma y os concede la paz. Él es la Iglesia que debéis amar y por la que siempre debéis orar y luchar; pero no solo con las palabras sino con las obras de amor. Hijos míos, haced que todos conozcan a mi Hijo, haced que sea amado, porque la verdad está en mi Hijo nacido de Dios, Hijo de Dios. No perdáis el tiempo en reflexionar demasiado, os alejaréis de la verdad. Con un corazón simple aceptad Su Palabra y vividla. Si vivís Su Palabra, amaréis con un amor misericordioso. Os amaréis los unos a los otros. Cuanto más améis, más lejos estaréis de la muerte. Para aquellos que vivan la Palabra de mi Hijo y la amen, la muerte será la vida. ¡Os doy las gracias! Orad para que podáis ver a mi Hijo en sus pastores, orad para que lo podáis abrazar en ellos.
Queridos hijos, por el gran amor del Padre Celestial, estoy con vosotros como vuestra Madre, y vosotros estáis conmigo como hijos míos, como apóstoles de mi amor que continuamente reúno en torno a mí. Hijos míos, vosotros sois aquellos que con la oración os debéis entregar completamente a mi Hijo, que no seáis más vosotros los que vivís sino mi Hijo en vosotros. De manera que todos aquellos que no conocen a mi Hijo, lo vean en vosotros y deseen conocerlo. Orad para que en vosotros vean una decidida humildad y bondad, disponibilidad para servir a los demás; que vean en vosotros que vivís con el corazón la llamada terrenal en comunión con mi Hijo; que vean en vosotros dulzura, ternura y amor hacia mi Hijo, como hacia sus hermanos y hermanas. Apóstoles de mi amor, debéis orar mucho y purificar vuestros corazones, de manera que seáis vosotros los primeros en caminar por la senda de mi Hijo; para que seáis aquellos justos que están unidos a la justicia de mi Hijo. Hijos míos, como mis apóstoles, debéis estar unidos en la comunión que proviene de mi Hijo, para que mis hijos, que no conocen a mi Hijo, reconozcan la comunión del amor, y deseen caminar por el camino de la vida, por la senda de la unión con mi Hijo. Os doy las gracias.
Queridos hijos, mi Hijo, que es la luz del amor, todo lo que ha hecho y hace, lo hace por amor. Así también vosotros, hijos míos, cuando vivís en el amor y amáis a vuestro prójimo, hacéis la voluntad de mi Hijo. Apóstoles de mi amor, haceros pequeños. Abrid vuestros corazones puros a mi Hijo para que Él pueda actuar por medio vuestro. Con la ayuda de la fe, llenaos de amor, pero, hijos míos, no olvidéis que la Eucaristía es el corazón de la fe: es mi Hijo que os nutre con su Cuerpo y os fortalece con su Sangre. Este es el milagro del amor: mi Hijo, quien siempre y nuevamente viene vivo para dar vida a las almas. Hijos míos, al vivir en el amor hacéis la voluntad de mi Hijo y Él vive en vosotros. Hijos míos, mi deseo materno es que lo améis cada vez más, porque Él os llama con su amor, os da amor para que lo difundáis a todos alrededor vuestro. Como Madre, por medio de Su amor, estoy con vosotros para deciros palabras de amor y de esperanza, para deciros palabras eternas y victoriosas sobre el tiempo y sobre la muerte, para invitaros a ser mis apóstoles del amor. ¡Os doy las gracias!
Queridos hijos, os llamo “apóstoles de mi amor”. Os muestro a mi Hijo que es la verdadera paz y el verdadero amor. Como Madre, por gracia de Dios, deseo conduciros hacia Él. Hijos míos, por eso os invito a que os observéis a vosotros mismos a partir de mi Hijo, a que lo miréis con el corazón y que con el corazón veáis dónde estáis y hacia dónde va vuestra vida. Hijos míos, os invito a que comprendáis que vosotros vivís gracias al amor y al sacrificio de mi Hijo. Le pedís a mi Hijo que sea misericordioso con vosotros, pero también os llamo a la misericordia. Le pedís que sea bueno con vosotros y que os perdone, pero, hijos míos, desde hace tiempo os he rogado que perdonéis y améis a todas las personas que encontréis. Cuando comprendáis mis palabras con el corazón, comprenderéis y conoceréis el verdadero amor y podréis ser apóstoles de ese amor, mis apóstoles, mis queridos hijos. Os doy las gracias.
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