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Segundo día - Oremos por todos los Sacerdotes que sirven en el Santuario

 

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Jesús dijo a Sus discípulos: Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre. (Juan 14,12-14)
Mensaje, 25 de junio de 1997
¡Queridos hijos! Hoy día estoy con ustedes de manera especial y les traigo mi bendición maternal de paz. Oro e intercedo por ustedes ante Dios, para que comprendan que cada uno de ustedes es portador de paz. No pueden tener paz, si su corazón no está en paz con Dios. Por tanto, hijtos, oren, oren, oren, puesto que la oración es el fundamento de la paz de ustedes. Abran su corazón y denle tiempo a Dios, para que El llegue a ser su amigo. Cuando se crea una verdadera amistad con Dios, no hay tempestad que la pueda destruir. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
Si conocieras el don de Dios (Jn 4,10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el concentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (cf. san Agustín, quaest.64, 4). Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva (Jn 4,10). Nuestra oración de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: A mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas (Jr 2,13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf. Jn 7,37-39; Is 12,3; 51,1), respuesta de amor a la sed del Hijo único (cf. Jn 19,28; Za 12,10; 13,1). (CCC: 2560, 2561)

Oración conclusiva: Oración conclusiva: Señor, Tú eres la única fuente de vida, el Unico que puede saciar nuestra sed de amor y amistad. Te damos gracias por Tu humildad al actuar por medio de un hombre sencillo, un sacerdote, entregándote así al pueblo en la Santa Misa, en los Sacramentos, en la Bendición. Hoy, invocamos de manera especial Tu bendición sobre todos los sacerdotes que sirven en el Santuario de la Reina de la Paz. Haz que puedan descubrir aún más el poder de la fe por la cual Tú les concedes cualquier cosa que ellos Te pidan. Que lleguen a ser igualmente portadores auténticos de la paz, fruto de su profunda y sentida amistad Contigo. Amén.

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